Serie Mujeres Bicentenarias - Petrona Rosende y Josefa Oribe - 2011

Detalles Técnicos:

  • Fecha de emisión: 08/03/2011
  • Código: 2011-09-S
  • Valor: $ 24 (2 motivos de $12 c/u) (pesos uruguayos)
  • Diseño gráfico: Armado: Gabriel Casas
  • Artista plástico: Nelson Romero
  • Tirada: 15000 series
  • Plancha: Cantidad de Sellos en hoja: 25
  • Serie: Mujeres notables

Mujeres Bicentenarias - Petrona Rosende y Josefa Oribe

Interpretación del Artista

Al tratarse de Mujeres Bicentenarias el Artista Plástico Sr. Nelson Romero contaba con muy poco material para realizar su obra.

Petrona Rosende

Al no quedar retratos de la periodista, imaginé un rostro al azar, y centré el interés del dibujo en las manos de la figura.
La pluma que escribe es símbolo de la época.
El cielo con tormenta (puede compararse a las turbulencias del alma) no logra empañar la luz de la luna..
Puede significar la vida con sus peripecias.
Las manos sacadas del natural de mi hija Inés.

El follaje verdoso, está concebido para equilibrar el rayado del manto.

Josefa Oribe

La figura resalta sobre un pesado cortinado púrpura, al gusto europeo de la época.
La dama está situada en un punto alto de la visual, denotando su posición social.
Luce un vestido con ornamentos de diseños ondulantes y hasta recargados. Trabajé los ornamentos de las mangas exagerando las volutas, simulando cerebros de seda.
Al fondo se ve parcialmente la aduana de la época con personajes y carreta.
Sobre el cielo de Montevideo desciende un haz de rayos que perforan un manto de nubes viscerosas...”  N.Romero

 

Reseña

Petrona Rosende - Perfil de una Oriental Bicentenaria

Datos aportados por la historiadora: Mg. Lourdes Peruchena

Petrona nació en Montevideo en octubre de 1787, hija de Manuel Rosende y  Rita Jordán. A los 25 años (1812) casó con el patriota José Agustín de Sierra, hombre comprometido con el movimiento de emancipación oriental frente a la dominación española -cuyo bicentenario celebramos este año en Uruguay-. Años más tarde, frente a la invasión lusitana al territorio oriental, el matrimonio Sierra Rosende, se exilió en Buenos Aires. José retornará a su tierra formando parte del grupo de Treinta y Tres patriotas que protagonizan la Cruzada Libertadora contra los ocupantes luso brasileños hasta la consagración de la paz entre las Provincias Unidas (Argentina) y el Imperio del Brasil en 1828, acuerdo que tuvo como principal consecuencia el nacimiento de Uruguay como república independiente.
El matrimonio de Petrona y José tuvo tres hijos varones y una hija mujer que murió muy joven. Como decía antes, radicaron en Buenos Aires durante varios años, estancia que resultó fundamental para Petrona, puesto que allí conoció y absorbió algunas ideas que enriquecieron y “aggiornaron” el caudal propio, pero también porque – y muy posiblemente como fruto de esa fértil instancia que destaco- editó La Aljaba, primer periódico argentino creado y dirigido por una  mujer y dedicado, justamente, al “bello sexo argentino” (publicando 18 números entre noviembre de 1830 y enero de 1831). La Aljaba presentaba artículos predominantemente referidos a la incidencia de la mujer en la sociedad y en la vida del hombre, poniendo el acento en reconvenir a aquéllos que se oponían a la educación de las mujeres.
Regresando al Uruguay se dedicó por largo tiempo a la educación de las “señoritas”. Cuando viuda y pobre solicitó una pensión al Poder Legislativo, planteó que se tuviera en cuenta que la fortuna de su marido había sido sacrificada en aras de la vida política así como la vida de dos de sus tres hijos varones en la guerra civil. La pensión vitalicia le fue concedida en 1861 por la Cámara de Senadores, oportunidad donde se dejara constancia en la ley de “los servicios especiales” que Petrona había prestado a la instrucción de las mujeres en una época en que esa tarea resultaba excepcional.
Petrona Rosende murió en Montevideo en enero de 1863.


La producción poética de Petrona que ha llegado hasta nosotros, es la que se hizo pública en el segundo tomo de El Parnaso Oriental o Guirnalda Poética de la República Uruguaya, compendio publicado en Montevideo entre 1835 y 1837, bajo la dirección de Luciano Lira . Este se refiere a la única mujer que integraba el Parnaso, expresando su satisfacción al presentar la obra de “la Sra. Petrona Rosende; porque consagrada a dirigir una casa de educación del bello sexo, parece que el tiempo que debía destinarlo al descanso y lleno de las obligaciones de una madre de familia, lo ha distribuido entre ese deber y el estudio en que ha llegado a distinguirse entre sus contemporáneos”. Estas palabras nos  explican la llamativa inclusión de Rosende en el compendio poético: no sólo era una excelente madre de familia, sino que trabajaba en una tarea que se perfilaba ya como netamente femenina, la educación, sino que, por si todo ello fuera poco, esta mujer excepcional dominaba los secretos de la creación literaria.
El rasgo distintivo de Rosende fue, entonces, la trascendencia, al lograr “evadirse del espacio ocluso, típicamente femenino, que alternaba entre la sala de costura y la tertulia familiar y superar el reducido ámbito de los “papeles secretos’ /…/” , según comenta Sylvia Lago. Este atípico salto a la arena pública resultó exitoso y  redundó en el reconocimiento de sus pares varones, tanto como del por entonces reconocidísimo Francisco Acuña de Figueroa, quien la manifestara su admiración dedicándole los laudatorios apelativos de “Safo Oriental” y de “Décima Musa”.
Lamentablemente tal trascendencia no la acompañó por mucho tiempo y muy pronto cayó en el olvido, incluso entre sus contemporáneos.  Ello generó la “singular dicotomía” que, según Lago, caracteriza a Rosende: “la escritora, que obtuvo plena consagración en el período que corresponde a lo que llamaríamos su “esplendor creativo’, es decir cuando, considerada en situación de igualdad con sus colegas varones, accediera a El Parnaso, fue rápidamente olvidada, aún en vida, por sus contemporáneos.” De modo que su “insólito acceso a un territorio cultural donde no se vislumbran figuras femeninas” sumado a su osadía al “atreverse a abordar, con énfasis elocuente, el tema patriótico, aunque su discurso se avenga, como el de la mayoría de los escritores de la época en ambas márgenes del Plata, al “aparato mitológico convencional’” , justificarían, siempre según Lago, la atipicidad de Rosende en el panorama literario latinoamericano. 
Se trata de una variada producción, que incluye desde acrósticos de raíz patriótica tanto como otros dedicados a su hija fallecida, hasta poemas vinculados con  la Naturaleza, otros de carácter moral (como aquel donde habla sobre la envidia); un diálogo entre el corazón y el entendimiento, fábulas (La cotorra y los patos) y letrillas sobre variados temas (como una referida “A los que hacen versos a cada cosa”). Quisiera destacar tres poemas sobre los que se consideraban cuestiones propias de las mujeres: “El Alfiler”, “El Anillo” y “La Aguja”. Al retornar a su tierra natal, realizó un soneto titulado “El arribo a mi patria”, donde vuelve a exhibir su exquisita vena patriótica.
Considero, en virtud de todo lo expuesto, que Petrona Rosende es una excelente representante de las mujeres que protagonizaron nuestra historia en estos doscientos, aunque sus nombres no sean tan reconocidos ni su recuerdo resulte tan celebrado como efectivamente lo merecen. Por lo cual, la Coordinación de Filatelia del Correo Uruguayo, entiende justo y pertinente colaborar en ese merecido homenaje, editando un sello dedicándole un sello de la serie Mujeres Uruguayas en el año en que conmemoramos el Bicentenario del comienzo del proceso emancipador del Uruguay.

 

Josefa Oribe


Datos aportados por: Prof. Susana Rodríguez Varese

 Lamentablemente, quienes escriben la historia, salvo excepciones, escasamente se han ocupado en sus obras de las mujeres de esta tierra, como dice el Historiador Barrios Pintos,  tanto de las que participaron con rango heroico, como de las anónimas, agregamos nosotros. En Josefa Oribe encontramos a las dos; la de rango heroico y la anónimas, no menos importantes y de acción tan gravitante, éstas como las primeras.
 Hija del Coronel español Francisco de Oribe y de María Francisca Nicolasa de Viana, nieta de José Joaquín de Viana, Primer Gobernador de Montevideo, nació en ésta el 13 de setiembre de 1789, y se casó con Felipe Contucci, comerciante naviero portugués. Es interesante señalar que éste luchó tenazmente como anti-artiguista, fue agente de España y luego de Portugal. En 1813 desde Río de Janeiro, donde continuó residiendo, tuvo varios años intervención primordial en los asuntos del Río de la Plata, a través del asesoramiento directo a la Princesa Carlota Joaquina de Borbón, esposa del Regente de Portugal.
 Nos detenemos en él, ya que muy distinta fue la actitud y los principios de su esposa Josefa Oribe, más conocida entre los orientales como “Pepita” Oribe. Ella permaneció con su hija  Agustina Contucci Oribe (que sería después la esposa de Manuel Oribe), abrazando con pasión la causa americana, con sus hermanos Manuel e Ignacio Oribe.
 De enorme valor es la gesta y las acciones por la causa de la libertad de Josefa Oribe, si pensamos que por la familia en cuyo seno nació y se crió, con holgura económica, con una enorme gracia de espíritu y cuerpo, pudo haber llevado una vida bien distinta a la que optó. Pero es que a los sentimientos de exquisita femineidad que atesoraba su alma, se unía otro, recio, que era característico de la familia a la que pertenecía y que honró con sus actitudes: su compromiso con sus ideas.
 No hay que olvidar que corría la primera mitad del siglo XIX, época del Nacionalismo y del Liberalismo, que  proclamaba la idea de igualdad entre los hombres.
 Josefa Oribe, debemos decirlo, había tomado conocimiento de estos ideales en su propia familia, una familia muy informada del acontecer de Europa y del Mundo, y con influencia masónica (como muchos libertadores de América) de su abuelo José Joaquín de Viana y de sus hermanos Manuel e Ignacio Oribe.
 En 1812 se producirá una de las primeras hazañas patrióticas de Josefa Oribe, justo en el año en que se desarrolla el compromiso de Manuel Oribe con la causa libertadora y la  revolución Oriental.
 Así “Pepita” comienza también a trabajar por la causa con las limitaciones que en principio podría tener, pero que ampliamente superó andando el tiempo.
 En ese año  de 1812, junto con Margarita Viana y Alzáibar, posibilitaron la fuga de la Cárcel de la Ciudadela del Marino Manuel Blanco Escalada, quien ansiaba ir a la lucha por la libertad de Chile.
 Esta y otras notorias actividades tan diametralmente opuestas a las de Contucci, le valió a “Pepita” Oribe quedar fichada por las autoridades reales como “insurgente”, según se puede leer  en el Archivo Histórico de Madrid.
 Más adelante en plenos intentos de restauración absolutista, de las oleadas liberalistas y nacionalistas de 1820 y 1830 en Europa, su hermano Manuel, y Juan Antonio Lavalleja, junto con otros patriotas tuvieron un papel relevante en el intento revolucionario de 1822 y 1823, ante la división operada en las fuerzas de ocupación en la Provincia Oriental al independizarse Brasil del Reino Portugal. El fracaso de este intento revolucionario terminó como se sabe con el destierro de Lavalleja y Oribe, entre otros en Buenos Aires, y ella siguió trabajando por la independencia de la Provincia Oriental del Brasil.
 Es sumamente significativo, que una figura como la del Dr. Nicolás Herrera, notorio anti-artiguista, abrasilerado, escribe en  1825 a su cuñado Lucas José Obes, que: “Las Oribe, cantan a las ventanas de su casa canciones patrióticas, y vestidas de luto manifiestan con descaro sus sentimientos...”
 Luego en medio de los preparativos de la Cruzada Libertadora de 1825 trabajó incansablemente afrontando riesgos y  costos, sin medirlos, levantando el alicaído espíritu de los escasos patriotas que quedaban en la capital ocupada ahora por las fuerzas del Imperio de Brasil y cuya alta sociedad era decididamente abrasilerada. En esta etapa trabajó recolectando dinero y armamento y procuró gestar una nueva división entre los ocupantes brasileros.
 Tal como lo atestigua Luis Ceferino de la Torre, se le había encomendado a Pepita “patriota entusiasta”, comprometer a los soldados del  Batallón de Pernambucanos, de ideas  republicanas, para apoyar a la revolución oriental, consiguiendo ella, una cantidad de cartuchos de bala  y algún dinero que envió el mismo Luis de la Torre. Este intento de los pernambucanos, se frustró por una indiscreción, por lo que Pepita debió huir  a la campaña, donde siguió recorriendo día y noche los campos de la patria, buscando simpatizantes para la causa de la independencia, incansablemente.
 Nada doblegaba su audacia y sus convicciones, ni siquiera la perspectiva terrible de ir presa a la Isla de las Cobras, como dice el historiador Arcos Ferrand. “Su notoria actividad revolucionaria le valió repetidas persecuciones, vejámenes y prisión en la Ciudadela de Montevideo” dice Agustín Berazza.
 Producido el desembarco de los Treinta y Tres Orientales en la Playa de la Agraciada, ante la desesperación por la carencia de remedios e instrumental médico para los heridos, no duda en vestirse y pintarse la cara para hacerse pasar por una de las tantas mujeres que pasaban por el Portón de San Pedro para lavar kilos de ropa, ante la mirada de os centinelas brasileros. Así logra entrar en Montevideo y allí  se pone en contacto con el cirujano brasilero José Pedro de Oliveira, a quien pide que le facilite instrumental médico para atender a los patriotas heridos. Ante los sentidos argumentos empleados por “Pepita”, de corte humanitario y en torno al juramento hipocrático que había prestado el médico,  cede,  pese a  u juramento de fidelidad al Emperador de Brasil, y ella, vuelve vestida de lavandera, con los bolsos atiborrados de instrumental  médico para atender a los heridos orientales.
Es dable recordar también que en 1826, utilizando sus vínculos pernambucanos comenzó a realizar tareas de espionaje en Montevideo, tal como la testimonió entre otros el entonces Teniente José Brito del Pino.
 “Pepita” Oribe para los orientales, la insurgente para los españoles, o la pernambucana par los portugueses y brasileros, falleció joven en 1835, en el año en que su hermano Manuel Oribe asumió la Presidencia de la República y a un año y medio antes del surgimiento de las divisas identificatorias de cada uno de los dos partidos que forjaron el país. Cuándo escribimos estas palabras pensamos... ¡¡Cómo le hubiera gustado estar!!.
La historiografía nacional le ha reconocido junto a  Ana Monterroso de Lavalleja y a Bernardina Fragoso de Rivera, cómo símbolo de mujer patricia, por su destaque en la lucha silenciosa, abnegada y sacrificada, como sostén espiritual de sus esposos o familiares.
 De la figura y personalidad de Josefa Oribe, diremos que fue: patricia por sus orígenes sí, destacada en lucha, abnegada y sacrificada también pero a la vez fue sostén de ideales propios que apoyaban sus familiares, y sobre todo una mujer jugada abiertamente a su fe y convicciones, sin medir las consecuencias para sí, porque la causa estaba por encima de todo.
 Este es el ejemplo de una mujer luchadora por sus ideas, junto pero también a la par de los hombres que contribuyeron a la forja de un país de libertad y con fuerte sentimiento igualitario, que debemos tratar de conservar.

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